Así vivieron turistas y residentes la alerta de tsunami en Hawái
Los turistas y residentes se refugiaron en lo alto de la isla para ser testigos del fenómeno, por lo que incluso llegaron hasta con sillas de playa.
Poco después de la 1:00 de la tarde, tiempo local, Kauai —la isla del archipiélago de Hawái conocida como “La Isla Jardín”— vio ensombrecida su quietud.
Un aviso sacudió su paraíso de playas cristalinas, montañas escarpadas, verdes enredaderas y flores multicolores con un sonido chirriante que golpeó los celulares de turistas y habitantes: una alerta de tsunami.
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Yo me encontraba allí de paseo, por una invitación especial, y me preparaba para disfrutar mi último día en Sealodge, la zona más pequeña de la isla. Mi corazón se aceleró al mil por ciento. ¿Qué se hace en esos casos? / cambia este texto y hazlo más pequeño.
Buscamos información en el canal de televisión local KHNL, donde informaron que el sismo que podría generar el tsunami ocurrió en las costas rusas del Pacífico, con una intensidad de 8.8 grados.
La primera ola, dijeron, llegaría a las 7:10 de la noche con apenas 30 centímetros de altura, pero poco a poco podría crecer hasta alcanzar entre dos y tres metros.
A pesar del susto, salimos a comprar nueces de macadamia, como estaba previsto, pero el ambiente ya se sentía tenso: en el supermercado, los compradores llenaban carritos con agua embotellada y comida preparada —pollos rostizados, sushi, snacks— como si se prepararan para un encierro.
En eso estábamos cuando el sonido chirriante volvió a sonar para recordarnos, una vez más, la situación de emergencia.
Regresamos a nuestro hospedaje, pero decidimos salir a echar un vistazo. En la televisión habían dicho que la altura convertía al barrio de Princeville en una de las zonas más seguras. Así llegamos al mirador.
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Y no éramos los únicos.
Una hora antes del presunto impacto, turistas y residentes se arremolinaron en el mirador de Kahaku Road para presenciar el fenómeno, confiados en los 60 metros de altura del peñón.
Llegaron con sillas de playa, carritos de golf, perros, gatos, motos y bicicletas. Frente al sol del atardecer, se apostaron con cervezas en mano, teléfonos listos, refrescos y más agua embotellada.
¿Cuántas personas esperaban observar el tsunami en Hawái?
Minutos antes de las 7:10 ya se contabilizaban unas 300 personas, y la peregrinación no se detenía. Los niños corrían sobre el césped perfectamente cortado, las risas no cesaban. Parecía que estaban a punto de ver un espectáculo.
—No me preocupa porque estoy en un punto alto y porque hice algunas investigaciones sobre los tsunamis en la isla. El lugar que renté es seguro —dijo Marty Lepak, un estadounidense de Wisconsin que visitaba Hawái en su luna de miel—. Lo siento por la gente en las tierras bajas.

En la costa se encontraba Daphne Pogson, de visita con su familia desde San Francisco, pero fue evacuada tras la primera alerta. Llegó hasta Princeville con todo y su silla de playa.
—Estoy temerosa, la verdad. Espero que no pase nada. Tuvimos que evacuar desde la playa de Anini y me dio mucho miedo —confesó.
El tiempo avanzaba con la imprecisión de una fiesta de luces rojas y amarillas provocadas por el ocaso. Entre arcoíris intermitentes y lloviznas esporádicas, el sol cedió a la noche… y el tsunami no llegaba.
El mar no se oscureció. Las olas aún no crecen. Y la gente comenzó a retirarse, resoplando como quien ha pagado por un mal espectáculo.
A las 7:45 apenas quedaban unas 100 personas, y más de la mitad ya ni siquiera miraba hacia el mar —que se movía lentamente hacia atrás, apenas perceptible—, sino hacia el camino de regreso.
Pero ya no había agua.
mvls
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