Trágame tierra

Quedar atrapado en la lluvia en algún punto del Área Metropolitana de Guadalajara ya no es excepción: es la regla. Me tocó el pasado lunes. Casi todos tenemos una historia que contar relacionada con las tormentas: calles convertidas en ríos, autos flotando, banquetas invisibles, semáforos apagados, y la impotencia de no saber qué hacer más que esperar a que baje el agua… o la rabia.

El verdadero desastre está en lo subterráneo: en los drenajes colapsados, en los canales inexistentes, en el agua que no tiene por dónde huir. Pero como nos obsesiona construir hacia arriba —torres, desarrollos, centros comerciales— se olvida lo más básico: que una ciudad no sobrevive sin cimientos funcionales. Esos edificios no solo ocupan espacio: obstruyen la lógica hidráulica.

A eso súmele la falta de mantenimiento. Porque no es solo lo que no se planeó bien, sino lo que se abandonó. Y ahí están los so… cavones para recordarlo. Cada vez más frecuentes. Cada vez más grandes. Cada vez más peligrosos. Guadalajara se abre. Se hunde. Y con cada lluvia, se fractura.

Mientras se abría una cloaca literal en la ciudad, también apareció la cloaca institucional. Justo cuando los diputados de Jalisco aprobaron un aumento a las tarifas del SIAPA —con el discurso amable de que “no fue tanto”— salieron a la luz los verdaderos problemas: los sueldos exorbitantes, las plazas doradas, la nómina inflada. En Telediario documentamos casos absurdos: asistentes o auxiliares que ganan lo que en otros lados ganaría un alto funcionario. Los resultados: Fugas. Agua de mala calidad taponando el poco flujo natural que quedaba.

El problema del SIAPA no es la falta de dinero. Es el mal uso. Y eso tiene historia. Porque el organismo ha sido la caja chica del poder. Lo fue con el PRI. Lo fue con el PAN. Y lo sigue siendo con Movimiento Ciudadano.

En lo estatal llevan más de seis años al mando. Y en municipios como Guadalajara o Zapopan más de una década.

Lo atípico sería que hicieran algo bien. Lo anómalo sería que invirtieran en infraestructura con visión a largo plazo. Lo extraordinario sería tener resultados. Aquí, el agua solo encuentra una salida: romper el asfalto.

Perdemos tiempo, recursos, vidas ¿Hasta que se hunda media ciudad? O gritemos “trágame tierra”.