Irene Vallejo es reconocida con el Premio Alfonso Reyes
La autora de 'El infinito en un junco' recibió el reconocimiento por lograr con su escritura "tender puentes entre la sabiduría del pasado y los dilemas del presente".
La escritora Irene Vallejo es reconocida con el Premio Alfonso Reyes en su sexta edición que convoca la Secretaría de Cultura del Estado de Nuevo León, Conarte Nuevo León, la Universidad Autónoma de Nuevo León, el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, la Universidad de Monterrey y la Universidad Regiomontana.
"Este premio celebra a quienes, como Alfonso Reyes, han hecho de la literatura una forma de pensamiento, una manera de interrogar la realidad y de elevar el espíritu humano", dijo Melissa Segura Guerrero, secretaria de Cultura de Nuevo León.
La autora de 'El infinito en un junco' recibió el reconocimiento por lograr con su escritura "delicada y poderosa, tender puentes entre la sabiduría del pasado y los dilemas del presente. Su prosa destaca por su capacidad para unir conocimiento y emoción, historia y vida cotidiana. Todo ello a través de una voz literaria que nos invita a pensar, a sentir e imaginar. Sus letras nos recuerdan que los libros son lugares de acogida, espacios donde habita la libertad y donde se cultiva la esperanza", agregó la secretaria de Cultura de nuevo León.
A continuación reproducimos las palabras de Irene Vallejo al recibir la noticia del galardón:
"A todos y cada una, buenos días desde España. Confío en que el calor de mi emoción pueda sobrevolar el océano que nos separa y atravesar el dique de la pantalla.
Cuando supe la noticia de la concesión de este Premio Alfonso Reyes, sentí sorpresa, incluso perplejidad. La literatura en español vive un tiempo de esplendor inagotable en México y en toda Iberoamérica.
Que personas tan ilustres hayan pensado en mí me parece asombroso. Pienso ahora mismo en todas las voces fulgurantes que tanto admiro en las letras de su país: soy consciente de una inmensa deuda literaria y creativa. Al recorrer los nombres de mis predecesoras en este premio —Margo Glantz, Donna Haraway, Cristina Rivera Garza, Luisa Valenzuela y Rosa Beltrán—, me veo como una principiante entre gigantas.
Gracias a la doctora Melissa Segura, secretaria de Cultura del Estado de Nuevo León, al Consejo para la Cultura y las Artes de Nuevo León (Conarte) y a las cuatro universidades aliadas en esta celebración de las letras. Quiero enumerarlas con profunda gratitud, ya que yo misma me he forjado en las universidades que me han albergado. Gracias infinitas, Universidad Autónoma de Nuevo León, Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, Universidad de Monterrey, Universidad Regiomontana.
No hay formación que no sea a la vez transformación. El ancho territorio de los libros amplía los confines de nuestro pensamiento, la profundidad de campo de nuestras preguntas. Aviva el asombro al que Aristóteles atribuía el mérito de originar la filosofía. Por eso siempre he creído que la educación es la savia que cuida la vitalidad de las palabras. Esas palabras que en ciertas épocas, como tal vez esta que vivimos, parecen agotarse, yacer opacas, acudir ajadas y marchitas a nuestra llamada. Entonces hay que devolverles sus destellos, que levanten de nuevo el vuelo como una bandada de pájaros verbales, aladas y vivas.
▶️ Irene Vallejo recibe el premio Alfonso Reyes de Nuevo León; destaca su admiración por la literatura mexicana y reivindica el valor del ensayo en español
— Milenio (@Milenio) May 12, 2025
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Quisiera compartir cuánto me conmueve que este premio celebre las aportaciones intelectuales de las mujeres. En este año estamos conmemorando a la pensadora Rosario Castellanos, aspirante al conocimiento lúcido, como ella misma escribió, y que tanto me ha marcado a lo largo de los años por su rebeldía ante las dominaciones. Ella me enseñó que del inconformismo ante el lenguaje brota la insumisión frente las injusticias. No olvido que, más atrás en el tiempo, entre ustedes nació la prodigiosa sor Juana, que ya preguntaba: '¿En qué te ofendo, cuando sólo intento poner bellezas en mi entendimiento y no mi entendimiento en las bellezas?'.
El humanismo contemporáneo, que aquí reivindican en su urgente actualidad y necesidad, necesita esa mirada inconformista. Ha de sostenerse en la robustez del lenguaje que nos permite conversar, comprender y colaborar. La lengua, todas las lenguas, sufren hoy ataques: niveladas, pobres, repetitivas, rebosantes de tópicos. No podemos quedar reducidos a un lenguaje fáctico, instrumental, estereotipado, abundante en consignas, que, sin darnos cuenta, nos exilian de los demás, de nuestros afectos, del mundo, de los paisajes y del pensamiento.
Por eso el uso del idioma del formidable humanista que fue Alfonso Reyes es todavía un manantial de lenguaje abundante, rico, complejo, matizado, popular y académico al mismo tiempo, capaz de expresar todos los matices del pensamiento, de los sentimientos, de las sensaciones. Una lengua capaz de ayudarnos a prestar mayor atención al mundo y a quienes lo habitan. La lengua de la literatura, en resumidas cuentas. Un léxico donde todavía laten los ritmos de la antigua poesía clásica, de las revelaciones y el asombro griego. Alfonso Reyes, en palabras del dominicano Pedro Henríquez Ureña, enseñaba a oír, a ver, a pensar. Era capaz de alentar nuevas ideas. Conocía el arte generoso de hacer dialogar siglos y continentes. Reclamaba: 'quiero humanismo'. Y añadía: 'No rompáis el instrumento precioso: os quedaríais desarmados, en medio de la transformación del mundo'.
Cuando escribía El infinito en un junco, recordaba que fue Alfonso Reyes quien definió al ensayo como el “centauro de los géneros”, donde 'hay de todo y cabe todo, propio hijo caprichoso de una cultura que no puede ya responder al orbe circular y cerrado de los antiguos, sino a la curva abierta, al proceso en marcha, al etcétera'. La poesía de esa descripción mitológica y tan contemporánea me impulsaba.
Creo esencial reivindicar el ensayo en nuestra lengua, un género fabulosamente rico. Hoy el pensamiento habla sobre todo desde ciertos territorios —al norte de nuestro sur compartido— y en el idioma dominante. Por eso resulta urgente la reivindicación del ensayo en español. Nuestra poesía y novela ya tienen una habitación propia en la literatura universal, pero siento que el ensayo permanece todavía al este del edén. Injustamente postergado.
Es el género literario más dominado geográficamente por las publicaciones en lengua inglesa, cuando debería ser el territorio de las miradas y las experiencias más diversas, del caleidoscopio planetario. Ahí se construyen las ideas, se narran los hechos, se forjan las interpretaciones. Lo que está en juego, por tanto, es una forma de poder. No solo el poder de intentar determinar qué pensamos sobre los temas, sino sobre qué temas pensamos.
Esta última influencia es más sutil, pero determina que ciertos asuntos vitales para el mundo queden orillados en la conversación universal. Por eso quisiera celebrar una riquísima y fértil veta de ensayo y crónica en nuestra lengua. Tal vez empezando por el “Sueño de sor Juana Inés”, que es ensayo filosófico y poema, como el “De rerum natura”, siguiendo por Alfonso Reyes, Pedro Henríquez Ureña, Carlos Fuentes, Octavio Paz, Rosario Castellanos, José Lezama Lima, Gabriela Mistral, Borges, María Zambrano, Carlos Monsiváis, Piglia, Aira, Villoro, Poniatowska, Volpi, Vargas Llosa. La literatura mexicana puede enorgullecerse de los capítulos que ha escrito en este género que afina y define el pensamiento, llegando hasta la raíz de aquello que aspiramos a ser.
Cierro esta intervención con las palabras de otro magnífico escritor y ensayista mexicano: José Emilio Pacheco. 'Un mundo sin lectura es un orbe en que el otro sólo puede aparecer como el enemigo. No sé quién es, qué piensa, cuáles son sus razones. Sobre todo, no tengo palabras para dialogar con él. Por lo tanto, solo puedo percibirlo como amenaza (…) Aprendamos la lección de la arrogancia vencida y seamos humildes. Reivindico el derecho de leer con la naturalidad con que respiramos y hablamos. Leer como una parte indispensable de la vida, como un medio para vivirla de la mejor manera posible'.
En latín, paz, página y país comparten etimología. Proceden de la misma raíz. Sí, en las páginas de la literatura que nos forja habita una posibilidad de paz, un país ancho, sin exiliados ni deportados. Gracias al Consejo de la Cultura y las Artes, gracias a la secretaria Melissa Segura, que me dio tan feliz noticia, gracias a las universidades de Nuevo León por tenderme una mano hospitalaria, gracias por este infinito honor".
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