De la tinga al pulpo: la reinvención del molote que conquistó Puebla
'El Rey del Molote' se destaca por creaciones únicas de molotes como los de lengua, médula, choriqueso, cochinita pibil y pulpo, consolidándose como un referente de sabor e innovación.
La riqueza gastronómica de antojitos en México tiene en Puebla a uno de sus bastiones más destacados, donde los antojitos, como los molotes, se convierten en protagonistas de las noches para salir a cenar.
Este manjar, una fusión de masa crujiente y rellenos que van desde la clásica tinga hasta innovadoras opciones como pulpo o carne árabe, se ha ganado el paladar de los poblanos y visitantes por igual.
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¿Qué son los molotes en Puebla?
Aunque los molotes son típicos de varios estados como Oaxaca, Tlaxcala y San Luis Potosí, Puebla ha logrado distinguir su versión, transformándolo en un emblema culinario frecuentemente asociado al emprendimiento de madres de familia y pequeños comerciantes.
Un ejemplo de este éxito es ‘El Rey del Molote’, un establecimiento en la capital poblana que desde 1983 ha elevado este antojito a nuevas dimensiones.
Su oferta incluye desde los rellenos tradicionales de papa, tinga y quesillo, hasta creaciones únicas como lengua, médula, choriqueso, cochinita pibil y pulpo, consolidándose como un referente de sabor e innovación.
En entrevista, Eduardo David de León Díaz, propietario del negocio, compartió los secretos de un molote perfecto: debe pesar alrededor de 250 gramos, ir siempre con quesillo y no ser grasoso.
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"La masa es fundamental", explicó frente a su parrilla. "Es una mezcla de maíz con un toque de harina de trigo, agua y sal, que debe tener la consistencia exacta para no romperse al darle forma. Un poco de aceite en la mezcla es el truco para que se extienda bien y quede de un tamaño generoso".
Para Eduardo, este negocio es más que un empleo; es el legado de su madre. A los 16 años, inspirado por la gastronomía local, decidió continuar con la herencia familiar. Con orgullo, afirma que fueron pioneros en diversificar los rellenos, ofreciendo opciones que pocos se atreven a preparar.
"El quesillo es indispensable; le da ese toque y textura que lo hacen especial", agregó, destacando años de perfeccionamiento en sabor y técnica.
El ritual final consiste en servir el molote recién hecho, bañado en crema (a veces con lechuga) y salsa verde o roja, acompañado idealmente con una refrescante agua de sabor.
Lo que comenzó como un modesto negocio familiar hoy cuenta con tres sucursales, un testimonio del sabor y la tradición que han conquistado a Puebla. Si algún día te encuentras de visita en la capital poblana, no te pierdas de este manjar culinario.
AGA
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