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Caldo de rata a 600 pesos, Fernando Peña nos cuenta cómo es este exótico platillo, ¿te atreverías a comerlo?

Como si se tratara de un trozo de pollo o bistec, los pobladores de la comunidad El Saucito en San Felipe consumen este exótico platillo tradicional.

Guillermo Esquivel San Felipe, Guanajuato /

¡Comí caldo de rata! Jamás lo hubiera pensado, y menos porque yo mismo observé cómo la cazaron, la desollaron, luego la cocinaron como si se tratara de un simple trozo de pollo o bistec.

Este caldo es común entre los pobladores del rancho El Saucito, situado en el municipio de San Felipe, al norte del estado de Guanajuato.

Cazadores de roedores

Lo consumen así de fácil, como si se tratara de frijoles o nopales, incluso hay personas, "cazadores" como les llaman, que se dedican a ir al campo por los roedores y venderlos; según el tamaño es su costo.

En el rancho El Saucito, ubicado en el municipio de San Felipe, al norte de Guanajuato, este caldo es común entre los pobladores.
Cazadores de ratas. | Dany Béjar

Fernando es uno de esos cazadores.

Lo conocí cuando llegué a San Felipe preguntando por este insospechado manjar, le pregunté si podíamos conseguir un roedor para conocer su preparación y accedió. No tardó más de 30 minutos en atrapar a la rata... que luego yo comí.

Para llegar al sitio donde se esconden estos animales, recorrimos casi 30 kilómetros; el acceso es sólo en camionetas o a caballo, como si uno tuviera que pagar peaje al polvo para entender lo que está por saborearse.

Tras una cacería exitosa, quien se encargó de cocinar la rata —de unos 15 centímetros de largo, sin contar la cola— que terminó en mi estómago y de la cual aún siento una sensación entre los dientes que jamás olvidaré, fue el tío de Fernando, don Pedro Piña.

En el rancho El Saucito, ubicado en el municipio de San Felipe, al norte de Guanajuato, este caldo es común entre los pobladores.
Fernando Piña Rosa, cazador de rata. | Foto: Dany Béjar

"¡Queda pero sabrosa!"

Don Pedro dice que tiene más de 60 años comiendo caldo de rata, porque su mamá le aseguraba que era muy bueno para la salud.

En una olla pequeña con agua, la puso a hervir en una vieja estufa que estaba en el rincón de su casa.

Cuando escuchó que el agua estaba en su punto, colocó la rata para su cocción, en esta ocasión le cortó la cola; en otras, dice que también se la comen.

Después de 40 minutos, comenzó a agregarle otros ingredientes, este roedor llevó ese tiempo porque, aseguran en su experiencia, la carne de este ejemplar era más dura porque estaba bastante grande.

"Ponemos al animalito ahí, a la ratita, y ya se está cociendo. Ahí es cuando le echamos más agüita, se le agrega cebolla, ajito, cebolla, su sal y, si es posible, ya una ramita de hierbabuena. Después se le hace el recaudo —una mezcla de especias y condimentos— con jitomate, cebolla; se le agrega al caldo y ya queda ¡pero sabroso!", decía mientras yo observaba el proceso y por mi mente pasaba que no me comería eso.

Después de 15 minutos, un olor que no podía distinguir inundó el cuarto donde se encontraba la cocina y un pequeño comedor de madera.

No sabía si era un olor parecido al del caldo de pollo, pero más fuerte de lo normal; o si era como el del menudo, la pancita, pero muy condimentado. Comenzaba a sentir náuseas; el olor era cada vez más intenso.

Don Pedro le agregó más cebolla y el aroma se potencializó aún más. Mi estómago ya empezaba a revolverse.

En el rancho El Saucito, ubicado en el municipio de San Felipe, al norte de Guanajuato, este caldo es común entre los pobladores.
Don Pedro Piña. | Dany Béjar

Tan cara como el bistec

El señor Piña, de 68 años, es albañil, me comentó que desde hace tres meses no cocinaba caldo de rata porque comprarla es caro. Entre más grande, más costosa: van desde los 200 hasta los 600 pesos, y ésta que se cocinó fue un manjar para él, era de las caras.

Fue un regalo para él y para mí, cortesía de Fernando, su sobrino.

Ya habían pasado casi 20 minutos de la cocción de todos los ingredientes, el color de la rata cambió, pasó de rosa a blanco.

Don Pedro agarró una cuchara y comenzó a picarla. Yo lo vi ansioso y hasta emocionado, con ganas de comérsela en ese momento.

Fue cuando dijo: -“Al parecer ya está lista”.

Previamente picó otra cebolla y jitomate. Mencionó que era para acompañar el caldo; igual que cuando se come pozole: se le pone cebolla, lechuga y aguacate.

Tomó cuatro pequeños platos color café y empezó a servir el famoso caldo de rata con un cucharón, sin preguntarme si yo quería o no comerlo. Su preparación se llevó una hora.

En un plato se sirvió él, lo acompañaban dos nietos de unos 12 años; a cada uno les sirvió una pequeña porción, y me tomó por sorpresa cuando sirvió el cuarto plato y me lo entregó.

Observé una y otra vez el caldo. A mí me tocó el lomo de la rata; la cabeza se la comió don Pedro y las patas las dividió entre sus nietos.

No me atreví a ver cómo se llevaban las partes del roedor a la boca, sólo escuchaba el sonido de las cucharas y los sorbos, mientras comían.

Mi mente y mi vista estaban en mi plato, pensando mil cosas.

El caldo de oso es una comida tradicional de la ciudad de León, AQUÍ te decimos qué es y de qué esta hecho
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Platillo versátil

El momento de agarrar la cuchara se me hizo eterno, no sabía cómo me la iba a comer.

Fue entonces cuando don Pedro comenzó a platicar sobre otras maneras de preparar la rata, mientras comía sin parar.

"Asada, dorada en aceite, ya nada más es la pura carnita. La agarras como si fuera carnita de puerco y ya a comer. Pues te sirves más porque tienes la carnita y el caldito”, contó.
"Pues de eso nos manteníamos antes en casa, de puro caldo de rata. Yo ya tengo 68 años, entonces estaba uno muy amolado, no había qué comer, estábamos muy fregados, y ya nos manteníamos con puro caldito”, recordó.

Al mismo tiempo, yo observaba cómo los pedazos de la rata flotaban en el líquido rojizo y cómo el vapor iba saliendo de mi plato.

El señor Pedro, muy amablemente, acercó una silla para que me sentara y así pudiera comerlo más cómodo. No obstante, sentía cómo mi estómago se revolvía con el aroma tan peculiar que despedía el caldo.

En el rancho El Saucito, ubicado en el municipio de San Felipe, al norte de Guanajuato, este caldo es común entre los pobladores.
Líquido del caldo de rata. | Dany Béjar.

El momento llegó, me armé de valor y, sobre todo, el compromiso era mayor porque habían preparado la rata para mí en ese momento.

Tomé la cuchara y le di una leve probada al caldo de rata. Jamás, pero jamás, se me olvidará ese sabor. Mi lengua acarició la carne y mis dientes la hacían añicos.

No estaba mal, pero tampoco bien para mi gusto, aquí olvidé mis modales y bebí del plato rápidamente. Al empinármelo, un mareo llegó a mí.

"¡Está sabroso el caldo! Algo parecido al caldo de pollo, y la sustancia que dicen que tiene es lo mejor”, decía el hombre que gustoso había cocinado el roedor.

​Según don Pedro, esto se debe a que las ratas sólo comen productos del campo.

“Maguey, nopal, cuando hay piñones. Yo creo que sí se los comen, porque hay un montón. Pienso que es la vitamina que tiene, porque el maguey es muy sano, el nopal igual, es lo que comen los animales”, explicó don Pedro.

Nuevamente agarré la cuchara y volví a comer.

El señor Pedro me veía, mientras yo imaginaba que lo que masticaba era bistec y no carne de rata, para que mi cara no me delatara. No obstante, al beber el líquido junto con la carne fue algo difícil. Por debajo de la mesa, apretaba los puños, era mi primer platillo exótico.

Al terminarme el caldo de rata, tengo que aceptar que el mareo se potencializó aún más, pero a pesar de ello, aguanté y le agradecí la atención.

Él también agradeció el interés, asegurando haber pasado un rato agradable, quitándole el aburrimiento. Pero, la sensación de tener carne de rata en la lengua, ¿ahora quién me la quita?

En el rancho El Saucito, ubicado en el municipio de San Felipe, al norte de Guanajuato, este caldo es común entre los pobladores.
Caldo de rata | Dany Béjar.

Ingrediente de temporada

Comer caldo de rata en las comunidades de San Felipe —como la Emiliano Zapata y el rancho El Saucito— es solo en temporadas, como ocurre, por ejemplo, con los chiles en nogada.

Fernando Piña, el cazador de la rata que me comí, explicó que es importante no cazar ratas pequeñas, ya que no alcanzan a desarrollarse bien, y entre más pequeña, se las pagan más barato. Lo menos son 200 pesos.

La temporada buena para cazar ratas es de enero a marzo y luego de julio a septiembre. Estiman tres meses para que los roedores se nutran bien. Pasando ese tiempo, van al campo con bolsas, jaulas, resorteras y machetes para atraparlas.

"Sí se venden. Cada vez que nos encargan, vamos por esos encargos. Regresamos, se las dejamos y nos pagan por ellas", relata.

Luego asegura que también es un negocio para ellos. En ocasiones les quieren intercambiar productos como vegetales por ratas, como si fuera trueque, aunque Fernando prefiere el dinero, porque es un ingreso extra para su familia.

La preparación

Como si fuera un trabajo normal, porque para mí no lo fue, el cazador explicó el proceso que se sigue luego de que el roedor es atrapado.

"Lo que hacemos es sacarle las tripas y le dejamos un poquito el cuero de la res —así es como le dicen a la piel de rata—. Hasta cuando uno las va a lavar y a limpiar en casa, las metemos en una bolsa. Si no vienen por ellas, las metemos al refrigerador y ya vamos y las entregamos", decía Fernando mientras en sus manos jugueteaba con la rata que acababa de matar.

Esa rata fue la única que se pudo ver, estaba en un árbol, pero cuando nos sintió trató de esconderse en un hueco sin salida.

Fernando le colocó una piedra, no pudo escapar, agarró su machete y velozmente la ensartó, sólo se escuchó un crujido.

El cazador explicó que la rata de campo tiene muchos beneficios para quien la consume, porque se alimenta de hierbas o frutas que crecen en algunos árboles del lugar.

Además, asegura que se siente bien cuando atrapa una, y más cuando quien se la encargó fue una persona que padece alguna enfermedad.

En el rancho El Saucito, ubicado en el municipio de San Felipe, al norte de Guanajuato, este caldo es común entre los pobladores.
Así se cazan las ratas. | Dany Béjar

​Él dice que tiene propiedades:

Comer caldo de rata ayuda a personas con cáncer o diabetes, por mencionar algunas.

“Las personas nos encargan mucho rata y víbora, que es saludable. Nosotros hacemos muchas entregas y, cuando podemos, echamos la mano. Cuando es una enfermedad que sí es grave, hacemos lo posible por eso”, decía sin soltar la rata que ya estaba muerta.

En una buena temporada, se llegan a cazar 15 ratas o a veces menos.

“Esto es de mucha paciencia y tiempo, porque uno se puede desesperar si se falla —en cazarla— y es pasito a pasito, porque no es en un ratito, es casi todo el día”, señaló.

Mientras platicábamos, observé que sus sobrinos de 12 años —nietos de don Pedro—, quienes también participaron en la caza de la rata, le quitaron de sus manos el roedor. Pensé que iban a jugar con ella.

Luego vi que uno de los niños sacó una navaja y comenzó a quitarle la piel, le sacaron las tripas —que tiraron en el campo—, mientras unas gotitas de sangre salpicaban mis tenis. ¡Vaya escena!

En el rancho El Saucito, ubicado en el municipio de San Felipe, al norte de Guanajuato, este caldo es común entre los pobladores.
Las ratas se compran hasta en $600 pesos. | Dany Béjar

Al término de ello, metieron la rata a una bolsa, y casi que ya estaba lista para venderse. Al no ser temporada, ésta iba a costar arriba de los 600 pesos.

Sin embargo, no recibió nada de dinero a cambio. Fue un favor el que me hizo de ir a cazarla. La rata terminó en mi estómago.

Ha pasado más de una semana y todavía sigo con la sensación extraña de haberla comido.

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