La charrería en Puebla: patrimonio viviente que trasciende generaciones
La charrería en Puebla se erige como un símbolo de identidad que lucha por mantenerse tan vivo como hace casi 500 años y actualmente vive un relevo generacional.
Con una historia que se remonta a 1531 y que tiene en Fray Sebastián de Aparicio a uno de sus precursores, la charrería perdura en Puebla como un emblema de destreza, elegancia y conexión ecuestre.
Esta disciplina, considerada el deporte nacional por excelencia, se mantiene vibrante gracias a más de 500 jinetes activos y 34 asociaciones certificadas en el estado.
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Su trascendencia histórica alcanzó un capítulo de honor durante la Segunda Guerra Mundial, cuando el presidente Manuel Ávila Camacho constituyó a los charros en la Legión de Guerrilleros Mexicanos, designándolos como la tercera reserva del Ejército para resguardar al país.
Este episodio cimentó un profundo sentido patriótico que, sumado a su riqueza cultural, le valió ser reconocida como deporte nacional en 1930 y, décadas después, en 2016, ser declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO.
Ángel Roberto Caso Encorrada, presidente de la Asociación de Charros de Puebla, subraya el relevo generacional que vive la disciplina.
“La charrería se hace de babas, no de barbas”, afirma, destacando la participación de más de dos mil niños en el último campeonato nacional infantil. Puebla, dice, ya cuenta con jóvenes promesas.

A pesar del entusiasmo, los charros enfrentan desafíos. Los altos costos de mantenimiento de los caballos, el equipo y la vestimenta tradicional representan una barrera económica significativa.
Además, señalan la necesidad de mayor apoyo en infraestructura, específicamente lienzos charros techados, para poder ofrecer espectáculos de calidad y acercar este patrimonio a las familias.
En una exhibición en Chipilo, charros poblanos demostraron su habilidad ejecutando las once suertes reglamentarias, desde los piales y las manganas hasta el audaz "paso de la muerte".
Aunque vistiendo atuendo de trabajo y no el traje de gala—reservado para eventos especiales por su alto valor—, dejaron clara su maestría y el profundo respeto que profesan por la tradición.
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Jinetes como Miguel Ángel Leal Galeazzi, de 62 años, quien comenzó a los 13, atestiguan que la charrería es un honor de por vida.
Por su parte, Rodolfo Sánchez Guevara, de los Charros Surianos de Matamoros, enfatiza el compromiso moderno con el bienestar animal y destaca el papel de Puebla no solo en la práctica, sino también en la artesanía, con municipios como Amozoc siendo referente en la fabricación de accesorios charros.
Con un futuro que pende entre el orgullo de un pasado glorioso y la necesidad de modernización, la charrería en Puebla se erige como un símbolo de identidad que lucha por mantenerse tan vivo como hace casi 500 años.
AGA
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