Joya porfiriana en Guadalajara: descubre el edificio Arróniz, un lugar de historia, arte y arquitectura
Los visitantes pueden pedir permiso para recorrerlo libremente, tocar la piedra de sus columnas o sentarse en el patio central y admirar su maravillosa fuente.
Entre las calles del centro histórico de Guadalajara, una estructura impone su presencia con una mezcla de solemnidad y elegancia. Se trata del edificio Arróniz, sede actual de la Secretaría de Cultura de Jalisco, que no solo resguarda oficinas gubernamentales, sino también siglos de historia, arte y arquitectura.
El inmueble se levanta como un testigo inquebrantable del paso del tiempo. Cada uno de sus muros, patios y corredores guarda las huellas de distintas etapas: desde conventos de clausura hasta hospitales de guerra, pasando por seminarios y cuarteles.
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Hoy, ese mismo espacio recibe a quienes desean perderse entre sus pasillos como quien se adentra en un libro vivo.
Puedes visitar el edificio Arróniz en la calle Zaragoza No. 24, col. Centro en un horario de lunes a viernes de 10:00 a 17:00 horas, o si prefieres los fines de semana se encuentra abierto sábados y domingos de 10:00 a 14:00 horas. Además, la entrada en completamente gratuita.
¿Cuál es la historia del edificio Arróniz?
José Daniel López Hernández, jefe de Patrimonio Artístico e Histórico de la Secretaría de Cultura, explica que el edificio Arróniz fue el tercer convento de religiosas de clausura que tuvo Guadalajara.
“Primero fue Santa María de Gracia, luego Santa Teresa y después Santa Mónica, del cual todavía queda parte del templo con una fachada hermosísima”.
El inmueble actual comenzó a tomar forma durante el Porfiriato, una época de modernización en la que el arquitecto Antonio Arróniz Topete diseñó esta obra con clara influencia europea.
“París era el referente mundial de modernidad en ese momento. Porfirio Díaz adoptó muchas de esas expresiones estéticas, y este edificio es muestra de esa visión”, señala López Hernández.
El resultado es una verdadera joya del eclecticismo arquitectónico : columnas dóricas en la planta baja, jónicas en el segundo nivel y corintias en el tercero, atlantes tallados en piedra en las esquinas y querubines que asoman desde las cornisas. En el segundo piso, los bustos de los apóstoles recuerdan su pasado clerical, cuando el recinto funcionó como seminario.
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“Es un espacio que ha servido para rezar, para curar heridas de guerra y ahora para celebrar el arte”, agrega el especialista.
Uno de los espacios más emblemáticos es la biblioteca, que aún conserva los libreros originales del antiguo seminario. Aunque está en proceso de catalogación, representa el espíritu académico que alguna vez dominó el lugar.
Más allá de su pasado religioso o militar, el edificio se ha transformado en un punto de encuentro para la comunidad. Los domingos, sus patios se llenan de música en vivo.
“La gente viene y descubre que esto no es un fantasma del pasado, sino un espejo de nuestra identidad”, concluye López Hernández.
Las exposiciones temporales se montan en antiguas celdas de monjas o en lo que fueron salas de hospital, y los visitantes pueden explorar libremente el recinto, tocar la piedra antigua de sus columnas o simplemente sentarse a contemplar la fuente central.
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