El legado que se hundió: el Galeón Marigalante se sumerge en Puerto Vallarta; su último artesano narra cómo se construyó | FOTOS
Ramón Sánchez Armeya viajaba cada año a Puerto Vallarta para dar mantenimiento a la Marigalante; nave que tras años de servicio sucumbió al mar de Jalisco el pasado 10 de octubre.
Puerto Vallarta perdió uno de sus íconos más preciados el pasado 10 de octubre. El galeón Marigalante, que durante más de tres décadas fue un emblema turístico de la Bahía de Banderas, sucumbió y se hundió cerca de la playa de Mismaloya.
La embarcación, réplica de la histórica Nao Santa María de Cristóbal Colón, no pudo mantenerse a flote debido a una falla mecánica en su sistema de bombeo, desvinculando el incidente de fenómenos meteorológicos como la Tormenta Tropical "Reymond". Afortunadamente, los nueve tripulantes a bordo al momento del siniestro resultaron ilesos.
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¿Cómo fue la construcción de la Marigalante en los 80?
El hundimiento de la nave, construida entre 1980 y 1987, no solo representa la pérdida de un atractivo turístico, sino el final de una era de artesanía naval elaborada en Alvarado, Veracruz.
Ramón Sánchez Armeya, carpintero de Rivera y calafate, compartió con TELEDIARIO su profundo sentimiento de tristeza por el destino de una embarcación que fue el "fruto de trabajo" de un dedicado grupo de artesanos.
Testimonio de un oficio en extinción: a mano y a pura hacha
Sánchez Armeya, de 74 años, es probablemente el último testigo vivo de la treintena de carpinteros que dieron forma al Marigalante. Su relato transporta a la década de 1980, cuando la construcción naval se realizaba en condiciones que hoy parecen inconcebibles.
Con orgullo, detalla la ausencia de herramientas eléctricas modernas, como pulidoras, lo que obligó a realizar todo el trabajo "a pura hacha" y con base en la fuerza física, bajo la constante exposición al sol.
"Trabajé mucho porque antes no existían ni pulidora, ni nada de eso; puro a mano, a pura hacha. Toda hacha, puro fuerza, el sol. Y yo era un carpintero de los mejores, no porque me la dé, pero yo traía tres ayudantes y armamos todas las curvas; que son más de 40 curvas", detalló el señor Ramón.
Esta destreza le valió el reconocimiento de sus superiores, quienes no solo le asignaban las tareas más complejas, sino que también le otorgaban una compensación superior a la de sus compañeros, un reconocimiento a su eficiencia y calidad.
El lamento del último artesano que trabajó en la Marigalante
La tristeza en las palabras de Sánchez Armeya es palpable al lamentar lo ocurrido con el galeón, al cual él y sus compañeros de oficio viajaban anualmente a Puerto Vallarta para realizarle mantenimiento. Su labor no se limitaba a la carpintería; también era calafate, una especialidad vital que consistía en sellar las juntas del casco con algodón para garantizar la impermeabilidad del barco.
"Y ahora me da mucha tristeza lo que le pasó a la Marigalante; fruto de trabajo de nosotros, porque íbamos a reparar la llama a Puerto Vallarta cada año, íbamos a darle mantenimiento y se nos fue la marihulada", agregó el carpintero.
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Con una carrera de casi cuatro décadas dedicada a este oficio, el artesano se retiró de los viajes de mantenimiento hace dos años por su edad avanzada. La melancolía se agrava al saberse el probable único sobreviviente de aquel equipo original de 30 artesanos.
"Ya estoy cansado, ya lo que hice lo hice, y como dice el dicho, lo que hay que ver cómo basta", concluye con la sabiduría de quien ha dedicado su vida a preservar un oficio que hoy se hunde junto a su obra maestra.
LG
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