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Rebeca sobrevivió a una aneurisma cerebral por un dolor de cabeza anormal: "Supe que necesitaba una ambulancia”

Rebeca señaló que, aunque aún no ha podido regresar a sus clases de yoga ni tomar café, una de sus grandes pasiones, mira el futuro con esperanza.

Manuel González Monterrey, Nuevo León /

Para Rebeca María García el 25 de abril de 2024 no fue un día cualquiera. Esa fecha comenzó como una jornada normal, llena de planes, pero un aneurisma cerebral marcó un punto de quiebre en su vida.

“Tenía muchos planes, dos viajes en puerta, las graduaciones de mis hijos. Y en la tarde, antes de una clase de yoga, sentí algo muy diferente en la cabeza. No era un dolor común, era algo grave. Supe que necesitaba una ambulancia”, recuerda.

Aquel día, justo al agacharse para ponerse los calcetines, algo ocurrió en su cuerpo que no podía explicar.

“Me vino un dolor muy fuerte en la cabeza, pero no era agresivo. Era una sensación distinta. Me levanté, busqué a una amiga y le pedí que llamara una ambulancia y consiguiera un neurólogo. Sabía que no podía dormirme, algo dentro de mí decía que, si lo hacía, no despertaría”.

Mientras el resto de las personas en la clase pensaba que se trataba de un malestar digestivo, ella intuía otra cosa.

“Me decían que me acostara, que quizá algo me había caído mal, pero yo sabía que era más grave. No sé si fue un instinto de supervivencia, pero estaba queriendo sobrevivir a algo”.

La ambulancia llegó; su esposo, que no es originario de Monterrey, arribó al sitio poco después.

“Nos fuimos al hospital y ahí cambió todo. Mis planes, mis prioridades. Lo único urgente ahora era sobrevivir”.

Cuando entró al hospital, Rebeca pidió de inmediato ver a un especialista.

“El médico general me quiso valorar primero, pero le dije: ‘Necesito al especialista ya’. Sabía que el tiempo era vital. En tres horas y media desde el inicio del dolor, ya estaban actuando”.

Tras ser ingresada, perdió el conocimiento.

“No recuerdo haber llegado al hospital, ni tampoco haber salido. Pero según me cuentan, estaba lúcida. Pedí que me comunicaran con mi jefe para explicarle que iba a entrar a cirugía. Le dije: ‘Por favor, no me corras. Voy a regresar’”.

Así fue la operación de Rebeca tras ser detectada con aneurisma cerebral

Los médicos intervinieron mediante un procedimiento por la ingle para cerrar el aneurisma, pero al día siguiente comenzaron nuevas complicaciones: fiebre, hidrocefalia, vasoespasmos.

“Entré en coma inducido durante seis semanas. Ahí, la prioridad fue sobrevivir”.

Durante esas semanas, su esposo Rubén sostuvo a la familia.

“Me dijo que fueron las semanas más difíciles. Mi hijo mayor estaba en Alemania y Rubén le pidió que se quedara allá. Se hacía cargo de todo: el trabajo, los hijos, el hospital”.

Pero al despertar, todo había cambiado, pues tuvo afectación en la memoria de corto plazo.

“Perdí el control de esfínteres, no podía caminar, ni hablar con claridad. Mis hijos me hablaban y yo divagaba. Mis conversaciones eran absurdas, según ellos”.

El proceso de recuperación ha sido largo y constante.

“La rehabilitación ha sido física y cognitiva. Recuperar hábitos, aprender de nuevo cosas tan básicas como conectar una computadora, dar una clase. La primera clase que impartí fue más difícil que mi examen doctoral”.

Rebeca María García es profesora universitaria desde hace más de una década.

“Mi institución me ha apoyado mucho, pero en general hay desconocimiento. A veces hay una sobreprotección. No queremos que se caiga, no queremos que se esfuerce. Pero el médico me dijo: ‘Necesitas hablar más, necesitas convivir más’. Y tenía razón”.

Agradece especialmente a Alicia Ramírez, la amiga que estuvo con ella en la clase de yoga y pidió ayuda.

“Ella dice que no hizo nada. Pero sí hizo. Me salvó la vida. Hoy seguimos siendo amigas. Se formó una red de apoyo muy bonita”.

Sus días aún incluyen desafíos.

“Me despierto, me baño, hago mis terapias. Mis hijos han tenido que aprender que mamá olvida cosas. Me he caído ocho veces en casa. Mi esposo, con toda su paciencia, me decía que me sentara, pero yo me levantaba sin recordar que me lo había dicho. Eso es amor”.

Aunque aún no ha podido regresar a sus clases de yoga ni tomar café, una de sus grandes pasiones, mira el futuro con esperanza.

“La vida son momentos. Y esos momentos, como un café con una buena charla, quiero volver a vivirlos”.

Hoy Rebeca busca compartir esa lección con sus alumnos, para que disfruten cada instante.

“Siempre hay un mañana. Les digo: ‘Hoy puede ser un mal día, pero mañana vas a volver a empezar’. La vida cambia en un minuto. Aprovechen cada instante, cada abrazo, cada palabra”.

Al final de la conversación, cuando se le pregunta qué significa la salud, Rebeca no duda: “Es despertarme cada mañana y decir: estoy viva. Me puedo mover. Claro que hay cosas que mejorar, pero puedo seguir con mi vida. Puedo ser feliz”.

Y deja un último mensaje a quienes la escuchan: “Nada es para siempre. Todo pasa, incluso lo malo. Solo es cuestión de tener paciencia y valorar cada minuto con la gente que queremos. Porque la vida cambia de un momento a otro, sin aviso”.

Rebeca García no solo sobrevivió a un aneurisma cerebral: convirtió su experiencia en una lección de vida que hoy comparte con quienes la rodean. Una historia de resistencia, gratitud y amor.


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