Ana María Márquez dedica su vida y vocación a la salud mental de pacientes reumáticos en la Fundación Maritere
Ana María se unió a la Fundación Maritere por invitación de María Teresa Sotomayor de Marín para ayudar en la recuperación emocional de los pacientes que padecen lupus o artritis.
Con una trayectoria de más de cinco décadas dedicadas a la psicología y la educación, Ana María Dolores Paulina Márquez Rosano encuentra hoy una nueva forma de servir a su comunidad: ofrece terapia psicológica gratuita a pacientes reumáticos de escasos recursos, como voluntaria en la Fundación Maritere.
Su vocación por la salud mental nació desde pequeña y se materializó al graduarse de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP). Su compromiso fue tal que incluso comenzó a laborar como maestra de nivel preparatoria a los 18 años, mientras aún estudiaba.
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Su carrera profesional es un pilar del servicio público. Tras graduarse amplió su formación con una maestría en Psicología Educativa y un doctorado en Psicología.
Ingresó al Círculo Infantil de la BUAP, donde no solo ejerció como psicóloga, sino que llegó a ser directora, implementando un innovador modelo de Educación Activa que posteriormente se replicó en los Centros de Desarrollo de la universidad.
Fue en este ámbito donde conoció a María Teresa Sotomayor de Marín, quien la invitó a sumarse a su causa en la Fundación Maritere. Así, desde mayo de este año, la Dra. Márquez Rosano se integró al equipo de voluntarios del centro integral de reumatología de la fundación.
En su consulta, se ha convertido en un pilar fundamental para la recuperación emocional de los pacientes. Su labor va más allá de la teoría; se basa en escuchar activamente sus inquietudes y vivencias, ayudándoles a manejar el impacto emocional de su condición.
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Les explica la importancia de una actitud positiva, el establecimiento de metas a corto y largo plazo, el apoyo familiar y la voluntad de adaptarse para mejorar su calidad de vida pese a padecer lupus y la artritis.
A sus 71 años, Ana María Márquez no contempla el retiro. Con una energía que inspira, asegura que seguirá contribuyendo al bienestar de los demás desde cualquier trinchera y que permanecerá en la fundación “hasta que Dios le preste vida y fuerza”.
Su historia es un testimonio vivo de que la vocación y el deseo de servir no tienen fecha de caducidad.
AGA
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