En marzo, Ikea cerró temporalmente las tiendas y dejó de abastecerse en Rusia, pero ha seguido pagando a los empleados y lo hará hasta finales de agosto.
Los padres del niño demandaron a Ikea en 2018, acusando a la empresa de no "tomar las medidas adecuadas para mejorar la seguridad y estabilidad" de sus cajoneras.