Jalisco 2025 Daños y recuento
- ¡Ahí les voy!
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Leonardo Schwebel
El 2025 dejó en Jalisco una radiografía incómoda: la de un Estado que actúa cuando el daño ya está hecho. No fue un año de hechos aislados, sino de confirmaciones. Confirmación de que la violencia no cede, de que las desapariciones se normalizaron y de que la autoridad sigue reaccionando tarde, casi siempre a empujones de la tragedia.
El hallazgo en Teuchitlán marcó el punto más grave. Un rancho utilizado como sitio de exterminio matizado como de adiestramiento y reclutamiento, con restos humanos, hornos clandestinos y objetos personales, que exhibe no solo la brutalidad del crimen organizado, sino una falla institucional mayor: el lugar había sido inspeccionado meses antes por autoridades que no encontraron nada. Fueron los colectivos de búsqueda quienes hicieron el trabajo que el gobierno no realizó. El mensaje fue devastador y difícil de revertir.
La crisis de desaparecidos se profundizó. Jalisco se mantiene entre las entidades con más personas no localizadas del país, con una concentración alarmante en la Zona Metropolitana de Guadalajara. En ese contexto, Zapopan se convirtió en símbolo del horror tras el hallazgo de 500 bolsas con restos humanos. No son números: son cuerpos. Y la pregunta persiste: ¿cómo operó una dinámica de esta magnitud sin detección ni contención oficial?
La violencia también tuvo nombre y rostro. El asesinato de Valeria Márquez, cometido dentro de su propio negocio, sacudió a la opinión pública. Más allá del impacto mediático mundial, el caso evidenció el nivel de control criminal y la fragilidad cotidiana frente a una violencia que ya no se esconde ni se disimula.
A esta crisis se sumó otra menos estridente, pero igual de reveladora: el colapso urbano. Las lluvias dejaron muertos, colonias inundadas y socavones en vialidades recientemente intervenidas, exhibiendo fallas de planeación, supervisión y mantenimiento. La ciudad se abrió bajo los pies de sus habitantes.
El saldo es inquietante mientras se confecciona la narrativa: fosas, desaparecidos, feminicidios, restos humanos y ciudades vulnerables. No es una mala racha. Es consecuencia. De instituciones rebasadas y respuestas tardías. Jalisco enfrenta hoy algo más profundo que una crisis de seguridad: una crisis de confianza.
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