Emergencia de salud mental
- Plaza Garibaldi
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Alejandro Sánchez

La Zona Metropolitana de Guadalajara profundizó una de sus crisis y sus habitantes nos resistimos a enfrentarla. Hemos evadido nombrarla como es, como si al hacerlo cometiéramos un delito. Optamos por cederle el problema al silencio.
Pocos se atreven a reconocerlo. Buscamos sinónimos o frases absurdas para hablar del suicidio: simplemente no se dice o, cuando se aborda, se recurre a eufemismos seguramente impuestos por las plataformas digitales, como si fueran moda: “autolesionó”, “desvivió”.
No hablar del tema es irresponsable, más cuando este fin de semana en Guadalajara, en un lapso de 24 horas, se registró una ola de suicidios en espacios públicos que volvió a exhibir la emergencia de salud mental. Tres muertes por ahorcamiento y un intento frustrado evidencian la urgencia de reforzar la atención psicológica en la ciudad.
Guadalajara enfrenta una alarmante crisis de salud mental que se manifiesta con crudeza en sus calles. Debería ponernos a discutir por qué tres personas se quitaron la vida en puentes de vialidades estratégicas de la metrópoli.
Evadir la tragedia, en caso de tratarse de verdaderos suicidios, es lamentable. Y si no lo son, resulta doblemente condenable, porque se estaría utilizando el suicidio como recurso para disfrazar homicidios públicos. Asumir, en automático, que todos son suicidios también es cuestionable: puede servir como salida fácil para dar carpetazo a hechos que deberían investigarse a fondo.
Hace unas semanas, en Zapopan, una menor se ahorcó porque sus padres le quitaron el celular. Esto debe alertarnos porque, en enero pasado, fecha de los últimos datos oficiales disponibles, se registró el mes más crítico en la Zona Metropolitana: los suicidios consumados y los intentos aumentaron drásticamente. Así lo confirmó el doctor Víctor Orozco Estrada, del CUCS de la UdeG, quien reveló que los jóvenes entre 15 y 25 años son las principales víctimas de esta emergencia silenciosa.
Diciembre, enero y mayo de 2024 concentraron las tasas más altas, pero enero de 2025 rompió récords, producto de una tormenta perfecta: depresión estacional, deudas navideñas y fracasos en los propósitos de año nuevo.
Vivimos una generación en crisis: jóvenes de 15 a 25 años que encabezan las estadísticas, bombardeados por redes sociales que distorsionan su autoimagen y sin redes de apoyo reales.
Es un tema que toca la moral de nuestra época. Cito un mensaje que circula en internet: “Preguntar sobre el suicidio no ‘siembra una semilla. El mensaje es de cuidado y preocupación. Muchas veces, lo que las personas quieren es conectarse con alguien y que las escuchen”, explica Peggy Wagner, directora de operaciones clínicas y de gestión de riesgos de Aetna Resources For Living, organización que ofrece asesoramiento en crisis.
En 2024, Jalisco ocupó el primer lugar nacional en intentos de suicidio, de acuerdo con el IIEG. La respuesta de la UdeG en 2025 fue ofrecer servicios psicológicos gratuitos en CUCEA, CUCS y CUCEI, aunque la demanda supera con creces la capacidad. “Mientras las estadísticas se actualizan, los jóvenes siguen muriendo en silencio. La ventana crítica de enero de 2025 debe convertirse en un llamado a la acción colectiva: detectar las señales, romper estigmas y exigir políticas públicas reales. Hoy no basta con preocuparse; urge prevenir”, asegura Orozco Estrada.
Las investigaciones demuestran que el suicidio es, muchas veces, evitable y que cualquier persona en mejor estado emocional puede detectar a alguien con depresión, ansiedad u otros síntomas que empujan hacia esa decisión fatal.
Dejar los problemas en silencio suele traer consecuencias negativas en la salud mental y en las relaciones interpersonales. El silencio puede servir para evitar conflictos, pero en cualquier crisis, y en particular frente al suicidio, se convierte en un riesgo que puede culminar en una tragedia personal o social.
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