Carta a un chilango sobre la temporada de lluvias en Guadalajara

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En esta temporada de lluvias, olvídate de las postales de los últimos carruajes recorriendo a caballo las calles de Guadalajara. Aquí, un solo aguacero vespertino, -de esos que en Ciudad de México inundan las calles sin descuartizarlas- es suficiente para que la metrópoli revele sus tripas frágiles.

Piensa en: 183 árboles derribados en un solo día. Y cuando te vas a la cama, las sierras trabajan de madrugada. No son ramitas: son gigantes, secos o verdes, que caen como soldados en una batalla perdida contra el viento y la tierra empapada. Aunque la cifra varía según la intensidad de cada tormenta, es normal, incluso a pesar de las podas realizadas semanas antes.

La podredumbre de la pitaya -esa fruta exótica como un corazón sangrante del trópico- marca el fin de la canícula y el inicio de las lluvias intensas que también quiebran el asfalto y abren socavones. Dos meses antes, cuando el aire se espesa y el sol bofetea como mazo, el chasquido metálico de los puestos anuncia el rito sagrado en que se convierte el barrio de las Nueve Esquinas para atraer a los amantes de la fruta.

Cuando las pitayeras despliegan su mercancía sobre manteles de plástico y alfalfa fresca, no solo venden el fruto: venden frescura. Dos meses. Ese es todo el reinado. Sesenta días en los que la pitaya no es fruta: es un estado de ánimo, una excusa para detenerse, para compartir un taco de pitaya con queso, un pan de pitaya, beber un agua de pitaya. “Es la fiesta solar antes del diluvio”, me dijo uno de los vendedores.

Luego, como un reloj implacable, llegan las primeras lluvias serias: las que derriban árboles y abren socavones. Las que convierten avenidas en ríos y acaban con la vida útil de los autos, incluso los recién salidos de agencia. En Guadalajara, varias aseguradoras ofrecen cobertura contra daños por lluvias, incluyendo inundaciones y caída de objetos como árboles, entre otros riesgos asociados a las tempestades.

En esta temporada, son comunes los enlaces de los reporteros de Milenio captando historias de familias que sobrevivieron de milagro al caerles encima un árbol gigante mientras transitaban por avenida López Mateos u otra vialidad. No todos corren con la misma suerte. Las inundaciones aflojan las raíces de los árboles secos o el peso del agua sobre la copa verde provoca su caída. Guadalajara colapsa por la falta de raíces profundas... y de un drenaje digno.

La reportera Sonia Gamiño escribió ayer una crónica sobre la avenida Adolf Horn, en Tlaquepaque: “Siempre se pone así cuando llueve, se inunda y se empieza a hacer el caos vial, mucho tráfico y se empiezan a hacer los baches. Empieza un agujerito chiquito y rápido se hacen los baches gigantes como un pozo. Con la llegada de las lluvias, los baches que ya había sobre esta avenida se han abierto mucho más y representan todo un peligro para los automóviles que circulan por la zona”.

“Truenan los rines, truenan las llantas, truena todo y se descompone, hasta que el vehículo termina su vida aquí. Mientras circulan, se hacen un poquito más para acá, más bajito, para sacarlos de lo hondo, pero caen al agujero”, dice don Jesús Gutiérrez, quien ya perdió la cuenta del número de accidentes que ha presenciado por la posición física de su trabajo.

Las lluvias en la Ciudad de México son otra cosa. Mientras Guadalajara sufre el derrumbe violento de sus árboles, el agua allá revela otro tipo de tragedias: hundimiento diferencial, drenajes ahogados, avenidas convertidas en ríos. El Viaducto no se inunda, se transforma en afluente de un drenaje rebasado.

La reportera Fátima Briceño, también de Milenio, hizo su propia crónica sobre Federalismo, una avenida importante de Guadalajara por la que transita la Línea 1 del Tren Eléctrico Urbano: “No es un campo minado, es la avenida Federalismo, casi carretera a Saltillo en Guadalajara. Así, completamente intransitable, es como quedó la vialidad luego de las primeras lluvias torrenciales del temporal 2025. Los coches, motocicletas y bicicletas han comenzado a invadir la banqueta para poder avanzar por la calle”.

Y su entrevistada, Socorro García, lo resume con preocupación: “Ahora con la primera lluviecita se puso muy fea. De hecho, ahí en esa parte está un pozo. Ya se han caído varios; un carro también se metió. Ya nos da miedo”.

Guadalajara ha registrado récords alarmantes de lluvia en un solo día. Equipos de poda están desplegados por todos lados en la Zona Metropolitana. Cuando pase el temporal, ojalá los ayuntamientos ya no planten especies inadecuadas. Pero, pase lo que pase, aquí, en estas tierras, la pitaya podrida siempre será el mal presagio de las tempestades.