El edificio que vio nacer a Torreón; esta es la historia REAL de La Casa del Cerro y los secretos que guardan sus ventanales
Sobre La Casa del Cerro, se dice que fue una de las primeras construcciones en la región en contar con un sistema de agua potable entubada y electricidad.
Erguida majestuosamente sobre la cima de su homónimo, el Cerro de las Noas, La Casa del Cerro no es solo una edificación; es un testigo silencioso de la historia de Torreón, un faro en el paisaje lagunero y, para muchos, un enigma que el tiempo se ha negado a borrar.
Su silueta inconfundible domina el horizonte, invitando a lugareños y visitantes a desentrañar los secretos que guardan sus muros centenarios. ¿Qué historias encierran sus salones y pasillos? ¿Quiénes fueron los visionarios detrás de esta joya arquitectónica?
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Esta es su inigualable historia: Una casa llena de emociones
Para comprender la verdadera esencia de La Casa del Cerro, debemos viajar en el tiempo hasta los albores del siglo XX, una época de efervescencia y crecimiento para lo que entonces era una incipiente ciudad.
Corría el año de 1905 cuando el empresario y visionario Federico Wulff, un alemán que había echado raíces profundas en La Laguna, concibió la idea de construir una residencia que no solo fuera su hogar, sino un símbolo de progreso y modernidad para la región.
Wulff, un hombre de negocios exitoso y con un profundo conocimiento de la ingeniería, no escatimó en recursos ni en ingenio. Él mismo supervisó cada detalle de la construcción, aplicando sus conocimientos para crear una obra maestra que se adelantaba a su tiempo.
La elección del emplazamiento no fue casual. El Cerro de las Noas, aunque aún no coronado por el icónico Cristo que hoy lo distingue, ofrecía una vista panorámica sin igual de la naciente Torreón y sus alrededores.
Desde allí, Wulff podía contemplar la pujanza de la ciudad que él ayudaba a edificar, con sus algodoneras y ferrocarriles delineando el paisaje. La casa fue concebida con un estilo ecléctico, fusionando elementos neoclásicos y victorianos, característicos de la arquitectura de la época.
Sus amplios salones, techos altos, ventanales que dejaban pasar la luz a raudales y una escalera central imponente, revelaban el gusto refinado de su propietario.
Pero más allá de su imponente fachada, La Casa del Cerro fue pionera en muchos aspectos. Se dice que fue una de las primeras construcciones en la región en contar con un sistema de agua potable entubada y electricidad, lujos impensables para la mayoría de las viviendas de la época.
Esto no solo hablaba del poder adquisitivo de Wulff, sino de su visión de futuro y su deseo de incorporar las últimas innovaciones tecnológicas a su hogar.
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Las malas rachas que experimentó La Casa del Cerro
Sin embargo, la historia de La Casa del Cerro no estuvo exenta de altibajos. Tras la Revolución Mexicana, y con el paso de los años, la propiedad cambió de manos en varias ocasiones, experimentando periodos de abandono y deterioro.
Las leyendas urbanas comenzaron a tejerse a su alrededor, alimentadas por su ubicación solitaria y su aspecto imponente. Se hablaba de pasadizos secretos, de fantasmas que vagaban por sus corredores y de tesoros ocultos en sus cimientos, lo que no hizo sino aumentar su misticismo.
Afortunadamente, el destino de La Casa del Cerro daría un giro. A finales del siglo XX, surgió un movimiento ciudadano y gubernamental para rescatar y preservar este valioso patrimonio.
Se emprendió un ambicioso proyecto de restauración que buscó devolverle su esplendor original, respetando su arquitectura y su historia. En el año 2004, finalmente, La Casa del Cerro reabrió sus puertas al público, convertida en el Museo Histórico de la Ciudad de Torreón.
Hoy, La Casa del Cerro no es solo un museo; es un centro cultural vibrante que alberga exposiciones, talleres y eventos que enriquecen la vida de los laguneros.
Sus muros no solo resguardan objetos y documentos que narran la historia de Torreón, sino que vibran con el eco de las risas y las conversaciones de aquellos que la habitaron y la visitaron a lo largo de los años.
Es un recordatorio palpable de la tenacidad y la visión de sus fundadores, un faro que ilumina el pasado para comprender el presente y proyectar el futuro de esta pujante ciudad.
Visitar La Casa del Cerro es mucho más que recorrer un edificio antiguo; es embarcarse en un viaje en el tiempo, una oportunidad para conectar con las raíces de Torreón y maravillarse con la grandeza de una construcción que ha resistido el paso de los siglos, manteniendo intacta su aura de misterio y su inquebrantable belleza.
Es, sin lugar a dudas, uno de los tesoros más preciados de La Laguna, un emblema que sigue cautivando y contando su fascinante historia a cada nuevo visitante.
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