Lujo sobre ruinas
- ¡Ahí les voy!
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Leonardo Schwebel
Lo que empezó como una “solución” para proteger a los inquilinos de los abusos, hoy es uno de los peores cánceres urbanos: la vivienda es inaccesible, impagable y, para muchos, simplemente imposible. Pasamos de las rentas congeladas a la gentrificación sin sentido, ese maquillaje que pretende vender como “renovación urbana” lo que en realidad es expulsión disfrazada de progreso.
Convertir una vecindad en un complejo “trendy” no es desarrollo, es negocio para unos cuantos y condena para la mayoría ¿Resultado? Barrios convertidos en trampas para turistas o inquilinos temporales con sueldos gringos.
El problema es de fondo: hoy conseguir una vivienda digna es ironía. Los créditos hipotecarios parecen diseñados para convertir a las personas en esclavas de los bancos durante 20 o 30 años. ¿Tu propia casa? Solo en papel… y con suerte.
Las plataformas han infectado rentas.
Los que no pueden pagar las rentas infladas del centro terminan expulsados a las orillas, donde los servicios básicos no existen, donde el transporte es una burla y donde perder horas en traslados es parte del precio por no tener dinero. Es una forma moderna de segregación, con el aval del Estado.
¿Y quién gobierna? Los mismos de siempre. El grupo que lleva manejando la Ciudad de México desde 1997, es el mismo que hoy se rasga las vestiduras por la gentrificación que ellos mismos provocaron. Se llenaron la boca hablando de justicia social mientras permitieron que las rentas subieran, que los barrios se vendieran al mejor postor.
Pero no nos engañemos: esto no es exclusivo de la capital. Guadalajara sigue el mismo camino. Tener una casa bien ubicada aquí es un sueño ridículo para el ciudadano promedio. Las políticas estatales, municipales y federales han sido inútiles, insuficientes o francamente inexistentes. Y mientras tanto, la gente se cansa, se harta… y termina invadiendo casas. Porque en este país, parece que invadir es más fácil que pagar.
El tema de la vivienda no es económico: es político, es social, es ideológico. Y lo que es peor: es una bomba de tiempo. Si no se frenan estas prácticas y no se generan viviendas dignas, accesibles y bien ubicadas, nos espera un futuro de ciudades cada vez más caras, más vacías, más segregadas… y más podridas.
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