La Caperucita en Tabasco
- ¡Ahí les voy!
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Leonardo Schwebel
Aunque nos repitan una historia como la de Caperucita Roja un millón de veces, eso no significa que sea cierta. Podemos escucharla hasta el cansancio, leerla en libros de texto, verla en caricaturas o escucharla como metáfora en discursos. Pero no por eso va a dejar de ser un cuento. En la vida pública ocurre lo mismo: los políticos creen que por repetir su versión hasta el hartazgo, nosotros vamos a terminar tragándonosla.
Viene a cuento por el caso de Adán Augusto López, ex secretario de Gobernación y uno de los hombres más cercanos a López Obrador, quien ahora pretende lavarse las manos como Poncio Pilato ante el escándalo de su ex secretario de Seguridad en Tabasco, Hernán Bermúdez Requena, vinculado directamente a grupos criminales y al narco.
Adán Augusto asegura que no sabía nada, que él no se dio cuenta, que no es su culpa. La narrativa de la ingenuidad. El viejo recurso del político mexicano que pretende pasar de poderoso operador a víctima de las circunstancias, como si uno nombrara a un secretario de seguridad por puro capricho o simpatía, y no después de conocer su historial, sus vínculos, sus amistades. Como si uno pusiera a cuidar la casa a cualquiera que toque la puerta.
El problema es que México ya está cansado de estos cuentos. Ya escuchamos lo mismo con Genaro García Luna. Lo mismo con Cárdenas Palomino. Lo mismo con los policías de Iguala. Siempre hay un jefe que no sabía. Siempre hay un superior que no tenía conocimiento. Siempre hay un político que jura que sus subordinados actuaban a espaldas de su propio poder.
¿De verdad nos quieren hacer creer que, en un estado como Tabasco, donde los grupos criminales se disputan territorio, el responsable de seguridad podía estar implicado con esos grupos sin que el gobernador en turno —o el secretario de Gobernación después— supiera algo? Si eso es cierto, entonces Adán Augusto no sólo fue omiso: fue incapaz. Y si no es cierto, entonces es cómplice por omisión o encubrimiento.
Y en ese entramado desde luego que AMLO está más que embarrado.
Aquí no hay bosque encantado. Aquí hay sangre, corrupción, narcotráfico y funcionarios que creen que basta decir “yo no sabía” para salir libres del juicio público.
No es así. Aunque nos lo repitan mil veces.
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