El grano de la discordia
- ¡Ahí les voy!
-
-
Leonardo Schwebel
El paro de productores del maíz afecta buena parte del país, y Jalisco ha sido protagonista, no sólo por el tamaño de su producción, sino porque —no hay que olvidarlo— el maíz nació justamente en estas tierras. Parece mentira que el principal producto de este país esté ahora varado en mesas de “diálogo” que, más que diálogo, parecen monólogos.
Y como lo hemos dicho antes: dos monólogos no suman un diálogo.
Más allá de las evidentes afectaciones los productores piden lo que suena lógico y justo:
Que el maíz tenga un precio de garantía real, que no dependa de la Bolsa Agropecuaria de Chicago —que dicta precios desde una realidad ajena a la del campo mexicano— sino de las condiciones reales de producción en México. Exigen que el precio por tonelada se fije al menos en $7,200, cifra que apenas cubriría los costos básicos para sembrar, cosechar y sostener una vida digna en el campo.
Y hay una demanda más profunda, casi simbólica: que el maíz sea retirado del Tratado de Libre Comercio, para proteger a los productores nacionales y defender algo que en este país se llama con orgullo soberanía alimentaria. Porque no se trata solo de pesos y centavos, sino de quién produce lo que comemos, de si el alimento más mexicano de todos sigue dependiendo de intereses extranjeros.
Pero la respuesta del gobierno ha sido, hasta ahora, tibia, burocrática, llena de promesas recicladas. En los discursos se presume apoyo al campo; en los hechos, se le deja a su suerte.
Y mientras tanto, los granos se apilan, las carreteras se bloquean y los productores esperan algo más que una foto en la mesa de negociación.
Lo más triste es que el maíz —el símbolo de nuestra identidad, el alma de nuestra dieta— está hoy atrapado entre el abandono político y el cálculo económico.
El “pueblo bueno” del campo se quedó a medias, como tantas veces. Y nosotros, los que consumimos ese maíz, los que hacemos tortillas, tamales o atoles con él, estamos varados en un problema que nos pertenece, pero que al mismo tiempo preferimos ignorar.
La crisis de los maiceros no es sólo del campo: es el reflejo de un país que perdió la capacidad de negociar y, peor aún, de escuchar.
Porque cuando se deja de escuchar al campo, tarde o temprano el silencio llega hasta la mesa.
- Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de TELEDIARIO; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
-