Crimen en vivo: el caso Valeria

El caso de Valeria nos obliga a reflexionar profundamente sobre la violencia que nos rodea. Este trágico asesinato es un recordatorio del peligro constante que enfrentan muchas mujeres, quienes, por razones aún desconocidas, son víctimas de actos de violencia extrema. La frialdad con la que fue asesinada es escalofriante, y el hecho de que hayamos sido testigos de este crimen prácticamente en vivo subraya la brutalidad a la que podemos llegar como sociedad.

Otro aspecto preocupante es la exposición que brindan las redes sociales. Aunque comprendo que estas plataformas pueden ser herramientas profesionales que aumentan la visibilidad y los ingresos, no podemos ignorar cómo, en casos como este, contribuyen a la difusión de la violencia. En Jalisco, el escándalo no solo radica en encontrar al asesino o a los responsables, sino en cómo estos actos reflejan nuestra capacidad para deshumanizar a las víctimas, culpándolas incluso de su propio asesinato.

Recientemente, leí “El invencible verano de Liliana” de Cristina Rivera Garza, una obra que ofrece una reflexión crucial sobre la percepción de la violencia de género: “solo le creyeron los que siempre creen que las mujeres asesinadas son culpables de la violencia que las mató”. Este libro aborda el feminicidio de la hermana de la autora en 1990 y nos confronta con la tendencia a culpar a las víctimas en lugar de buscar justicia.

No se trata de señalar a Valeria por exponerse en redes sociales, sino de reconocer que alguien, por motivos aún desconocidos, decidió arrebatarle la vida. La indignación debería dirigirse hacia las autoridades, especialmente la Fiscalía de Jalisco y los sistemas de vigilancia, que han demostrado ser ineficaces.

La lección que debemos aprender del caso de Valeria no es sobre su estilo de vida o las circunstancias de su muerte.

Es alarmante que, pese a la evidencia, aún no haya resultados claros y contundentes. La verdadera tragedia es que, una vez más, un caso de violencia extrema podría quedar archivado. La lección es clara: la impunidad es el verdadero enemigo, y mientras persista, seguiremos siendo testigos de matones que tienen el mando.

Exigir justicia para Valeria Márquez es una responsabilidad que recae en todos nosotros.