El 'Jedi' industrial de Jalisco
- Plaza Garibaldi
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Alejandro Sánchez
Bruno Martínez ni siquiera necesita abrir la puerta de su oficina en Zapopan para dejar claro que no es un desarrollador como los demás. Nunca usa mocasines: siempre calza tenis Nike. A través de los cristales y junto a una maqueta de parques industriales, destaca un ejército de figuras de Star Wars que custodian los estantes. “Soy fan desde niño”, confiesa con una sonrisa desarmante, mientras presume un espacio que, lejos de parecer un lugar de trabajo, se asemeja a una juguetería exclusiva para seguidores del último Jedi y compañía.
Debajo de su escritorio descansa la cama de uno de sus perros; sobre la mesa, una MacBook que seguramente guarda contratos millonarios y, junto a ella, otro Lego a medio armar. “Mi terapia”, dice al tomar una pieza entre los dedos. No es para menos: cuando aterrizó en Jalisco, nunca imaginó que en pocos años tendría en sus manos la tarea de encabezar la transformación que colocaría al estado como un punto clave del nearshoring global. Mucho menos que lo haría vestido como un milenial rebelde.
Nuestros acompañantes se sorprenden, pero pronto entienden que Bruno no vino a seguir protocolos, sino a cambiar reglas, como en esos parques industriales que levanta de la nada. Apenas el mundo comenzaba a salir de la parálisis de la pandemia, cuando la Asociación de Parques Industriales del Estado de Jalisco (APIEJ) se encontró ante una oportunidad que para otros era una tormenta: la guerra comercial entre China y Estados Unidos abrió la puerta para instalar fábricas en América; los autos eléctricos y la inteligencia artificial demandaban nuevos territorios.
Su nombramiento como presidente del APIEJ no fue casualidad en un gremio pequeño y estático. “No lo intentes. Hazlo o no lo hagas, pero no lo intentes”, cita con filosofía Jedi. Ese impulso despertó a la asociación. “Éramos 13 miembros activos; hoy somos 52 desarrolladores”, dice con el entusiasmo de un adolescente. Rompió con las reuniones formales, pactó alianzas con maquiladoras, constructoras y brokers internacionales, y registró un crecimiento récord: de un parque industrial de 200 mil metros cuadrados anuales antes de la pandemia a 540 mil metros; hoy construye 700 mil, el equivalente a 5.3 estadios Akron.
Su estilo disruptivo multiplicó el presupuesto seis veces sin pedir permiso y promovió certificaciones verdes y de seguridad para parques. “Las empresas exigen reducir su huella de carbono y nosotros les damos infraestructura para lograrlo”, afirma con los ojos encendidos.
La mirada internacional sobre Jalisco como oasis del nearshoring se explica porque hace 40 años Siemens plantó la semilla. “Hoy somos el Silicon Valley latino: 13 universidades bombeando talento en IA y software, aeropuertos reconvertidos en hubs logísticos y un ecosistema que trabaja en equipo mientras otros pelean”.
Pero los desafíos son dignos de Darth Vader: carreteras saturadas, redes eléctricas colapsadas y la sombra de la inseguridad. Bruno responde con un guiño: “Trabajamos con gobiernos sin importar colores. Aquí no hay partidos, hay voluntades”, asegura con tono más serio. Desde su oficina observa el fruto de la locura que emprendieron 13 desarrolladores: corredores industriales que crecen como ciudades donde antes solo había tierra, plantas que reutilizan agua y, a la par, un río Santiago que sigue envenenado por residuos textiles históricos. Comunidades cercanas documentan enfermedades renales en niños.
Su parque estrella parece una nave imperial: paneles solares, andenes cruzados y sensores en cada rincón. Eso ha dado pie a lo que llama una “gentrificación industrial”: en El Salto, las rentas de vivienda subieron 200 por ciento en tres años; oficinas y obreros viajan hasta dos horas diarias porque no pueden vivir cerca de las fábricas donde trabajan.
En medio de sus negocios, un Grogu (Baby Yoda) sonriente sobre el escritorio parece recordarle que incluso los imperios nacen de un sueño y que la innovación no entiende de corbatas. Es el Jedi de los parques industriales: un ejecutivo en tenis Nike que convierte a Jalisco en la estrella del nearshoring. Si no se resuelven los desafíos y nudos, la próxima ola de inversiones podría ir a India o Vietnam. Pero si lo logra, podría escribir el manual del mundo emergente.

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