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Familia Peña se dedica desde hace 16 años a 'curar' Niños Dios en Xonacatlán

Día de la Candelaria. La familia mexiquense reconstruye figuras que se cayeron, pero también aquellas que por el paso del tiempo requieren una manita de gato.

Alondra Ávila Estado de México /

En un espacio de seis metros de largo por tres metros de ancho, Ofelia y su esposo, desde hace 16 años soportan frío, sol, polvo, aire y hambre para poder 'curar' a los cientos de Niños Dios que reciben con motivo de la Candelaría, que se llevará a cabo el próximo 2 de febrero.

Desde el pasado 15 de enero han cubierto jornadas de más de 12 horas de trabajo que inician a las nueve de la mañana y concluyen a la una o dos de la madrugada en Xonacatlán, Estado de México.

Hasta el momento, por sus manos han pasado más de mil 500 figuras de yeso, barro o resina, que es de los más complicados, lo cuales han requerido desde un retoque de pintura hasta la reparación de un dedo, brazo o el cuerpo completo.

La compresora, el aerógrafo y los pinceles se ha vuelto sus mejores aliados para dar vida a aquellos niños que se han hecho amarillos, verdes o azules por estar guardados o porque les da el sol, aunque dicen los creyentes que eso “es consecuencia de lo milagrosos que son”.

Aunque parece fácil y rápido, su dedicación y experiencia les ha permitido cumplir con todos sus compromisos en tiempo y forma. Si bien aman lo que hacen, a partir de este fin de semana tendrán los días más pesados y dejarán de dormir para responder a la demanda, pues como siempre, las personas `llegan a la mera hora’.

“Aunque sea noche, si nos tocan la cortina les recibimos a sus niños, no importa el frío o el cansancio, lo único que les pedimos es que los traigan con tiempo para entregarles a sus niños en las mejores condiciones posibles. Hasta ahorita solo una señora se ha quejado de nuestro trabajo, pero al final nuestros clientes frecuentes siempre regresan”.

Figuras llegan con diferentes accidentes

Muchos de los niños que les llegan en estado crítico porque fueron víctimas de algún accidente, tenían rotas las manos, los brazos, la cabeza o el cuerpo, pero el esposo de Ofelia los reparó. Cuando ya no tuvieron solución, les sugirieron donarlos para que sus partes ayuden a sanar a otros pequeños.

“Algunos vienen muy enfermitos, hay gente que ya no quiere repararlos porque se les hace cara la restauración, nosotros les decimos que nos los pueden donar para que esos niños les den vida a otros. Si un niño viene por pintura en general, solo implica una o dos horas de trabajo, pero hay otros que vienen en estado crítico y requieren de entre tres y cuatro días para quedar listos, pues mi esposo les hace las piezas completas, un trabajo así cuesta entre 280 y 320 pesos”.

En su trabajo, el clima es un factor importante, cuando hay sol la pintura seca más rápido, pero cuando hace frío, como en días pasado, el proceso dura más. “Hacemos lo que podemos para que la gente se vaya contenta”.

Ofelia trabaja más de 12 horas al día para entregar las figuras reparadas.
Ofelia trabaja más de 12 horas al día para entregar las figuras reparadas.

Reparaciones para todos los bolsillos

Como lo marca la tradición católica, el 2 de febrero, Día de la Candelaría, se festeja 40 días después de Navidad y conmemora la presentación de Jesús en el templo de Jerusalén; de ahí que las familias mexicanas hagan de todo para que las imágenes vayan bien presentables y sean bendecidas.

Cada año los sacerdotes exhortan a los fieles a no vestirlas de futbolistas o santos, la encomienda es que vayan como bebés o ropones sencillos. “Les estamos ofreciendo el ropón, el Niño de las Palomas y el Sagrado Corazón de Jesús, pero lo más buscado es el ropón blanco y color hueso, así como la ropa de lana y de médico porque para muchas personas es importante para la salud, porque el padre dijo que no los va a recibir ni los va a bendecir”, menciona Ofelia.

El costo de la ropa depende del tamaño del Niño, el bolsillo de cada familia y la calidad, pues algunos oscilan en 100 pesos, pero hay otros que superan los 550 pesos. “Mucha gente busca bueno y barato, aquí hay de todo, algunos donan los vestidos del año pasado a la iglesia para que los quemen y sirvan de ceniza”, platica Ofelia.

Indumentarias llevan un año de preparación

Diana Rayón, por ejemplo, confecciona vestidos con deshilado y bordado durante prácticamente todo el año. Este año, junto con su mamá, elaboró más de mil 500 prendas de diferentes tamaños y espera vender más de 500, entre ropones y mamelucos de bebé.

“Terminando la candelaria, empezamos a comprar la tela y diseñar los ropones, mi mamá hace el deshilado y yo el bordado, al principio hacía uno o dos vestidos pequeños al día, hoy elaboramos hasta media docena. Tenemos totalmente en blanco y terminado con punta de gancho”.

Pese a lo elaborado y cuidadoso de su trabajo, ofrece precios muy accesibles, ya que el más grande de sus ropones lo tiene en 420 pesos y aunque pudiera darlo más caro, entiende que mucha gente no lo paga y regatea los precios. Sus vestidos parecieran sencillos, pero superan por mucho los bordados en hilos dorados e industrializados. “Algunos lo hacen pasar como deshilado tradicional, pero el que se hace a mano es muy diferente del industrial”.

Un oficio familiar.
Un oficio familiar.

Desde hace una década, en su negocio “Creaciones Getsemaní” solo ofrece atuendos derivados de la biblia como el Niño Pan de Vida, cuyo significado es agradecer a Dios por el pan nuestro que da cada día y es fruto del trabajo para llegar con alimento a casa para la familia, así como el Niño del Rosario, Niño Guadalupano, Divino Niño Jesús, Niño de la Abundancia o bebé.

“Con nosotros han salido todos los modelos, no hay excepciones, anteriormente teníamos un traje especial que se vendía mucho, pero esta temporada no nos dio tiempo realizarlo. También hacemos la ropa de bebé en 150 pesos, según el tamaño de la imagen, no podemos quejarnos, tenemos una respuesta muy favorable de la gente, porque las cosas las hacemos de corazón”.

Un negocio que ha prosperado

Sin pensarlo, el “Hospital de Niños Dios” de la familia Peña Domínguez, ubicado en la cabecera municipal de Xonacatlán, empezó a operar hace 16 años gracias a la iniciativa de una de sus hijas. “Empezamos con puro pincel, hubo personas que nos trataron mal porque no les gustaba como quedaban sus niños, pues no es lo mismo que con el aerógrafo”.

Hoy da empleo a cinco personas de manera directa y ha permitido que dos hijos más de Ofelia trabajen el suyo de manera independiente. “Les gustó el negocio y trabajan de forma individual con sus propias familias, aquí estoy yo con mi esposo y mis trabajadoras”.

KGA

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