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Donde antes formaban soldados hoy opera como anexo clandestino: historia de una base militar en León

En las instalaciones de esta ex base militar, ahora ruinosas, viven internados alrededor de 30 hombres de distintas edades y orígenes.

Christopher Gómez León, Guanajuato /

En León, Guanajuato, un cuartel militar que alguna vez fue símbolo de disciplina, orden y seguridad, hoy opera como anexo clandestino para hombres que luchan contra las adicciones.

En el lugar donde antes se formaban soldados y se almacenaban armas, hoy se intenta —sin recursos, sin supervisión y sin garantías— reconstruir vidas rotas por las drogas, en condiciones que vulneran los más elementales derechos humanos.


El espacio que se pensó para contener la violencia en esta región del Bajío, ahora encierra, de manera literal, a personas que tratan de huir de otra violencia: la del abandono, el consumo y el estigma.

Sin agua potable, robándose la electricidad con diablitos y cuarteaduras en muros visibles a varios metros de distancia, es como hoy funciona este centro ilegal de tratamiento de adicciones en un inmueble que fue abandonado como base militar en 2016, cuando se determinó su cierre por severas fallas estructurales.

El espacio que se pensó para contener la violencia en esta región del Bajío, ahora encierra, de manera literal, a personas que tratan de huir de otra violencia.
En sus instalaciones, ahora ruinosas, viven internados alrededor de 30 hombres de distintas edades y orígenes. Foto: Dany Béjar.


Desde hace un año y medio, este espacio, —ubicado sobre la carretera León–Silao, a la altura del puente de Santa Ana del Conde, en el suroriente de León— ha sido ocupado por un centro de rehabilitación de adicciones que opera en la ilegalidad y que ha sido nombrado como anexo "Nacer de Nuevo, del Grupo Díaz Mirón".

En sus instalaciones, ahora ruinosas, viven internados alrededor de 30 hombres de distintas edades y orígenes.

Durante un recorrido realizado por Telediario, fue posible constatar que para obtener energía eléctrica, el inmueble se abastece de forma irregular a través de diablitos conectados a un poste de la Comisión Federal de Electricidad ubicado a escasos metros del predio.

El suministro de agua potable tampoco existe: ante la carencia, se recurre a pipas para llenar tinacos y tambos oxidados.


La infraestructura es precaria. El lugar cuenta con cuatro edificios: dos de un solo nivel y otros dos de dos pisos. Uno de los edificios de planta baja ha sido adaptado como dormitorio; su acceso está restringido por rejas metálicas cerradas con cadenas y candados.

El otro sirve como área de visitas para los internos. Las condiciones ahí dentro son mínimas, casi inexistentes, pero aun así se desarrollan rutinas diarias sin supervisión alguna de autoridades sanitarias o municipales.

Los dos edificios de dos niveles muestran un deterioro mucho más grave. Uno de ellos está totalmente en desuso por los riesgos que representa.

En el otro, únicamente se utiliza la planta baja como cocina, aunque ahí una de las columnas principales está a punto de colapsar: el concreto luce destruido, el techo muestra una inclinación evidente, y han sido colocadas tres columnas metálicas improvisadas para evitar su derrumbe.

A pesar del evidente peligro que representa habitar este lugar, quienes viven ahí hacen vida: cocinan, limpian, rezan, siembran y trabajan. Todo en un contexto de abandono institucional y urgencia social.

“Pues nosotros tenemos aquí un año y medio. Llegamos y, pues, estaba todo quemado, estaba feo; aquí había mucha gente drogándose”, relata Carlos Eduardo López, encargado del anexo "Nacer de Nuevo".

Confirma que en la actualidad viven ahí cerca de 30 personas. “La mayoría, la mitad, son personas que vivían en la calle... y otros llegaron por voluntad propia, y la otra mitad, su familia las ha anexado”, detalla. Las edades, dice, van desde los 16 hasta los 57 años.

El espacio que se pensó para contener la violencia en esta región del Bajío, ahora encierra, de manera literal, a personas que tratan de huir de otra violencia.
A pesar del peligro que representa habitar este lugar, quienes viven ahí hacen vida: cocinan, limpian, rezan, siembran y trabajan. Foto: Dany Béjar.


La conversación se da en un contexto de tragedia reciente. La madrugada del pasado 1 de junio, un incendio en un anexo de San José Iturbide —en el oriente guanajuatense, casi en los límites con Querétaro— dejó sin vida a 12 personas. En aquel lugar, todas las ventanas habían sido tapiadas con tabique gris. La historia parece repetirse en distintas geografías con mínimas variaciones.

En el caso del anexo en la ex base militar, la precariedad es otra: ni puertas ni ventanas. Para evitar fugas de los internos, los responsables han instalado rejas metálicas que se aseguran con cadenas y candados, especialmente en el dormitorio. 

“Nos ha pasado que personas de aquí se han escapado. Tratamos de ayudarlos, pero al final quieren regresar a lo mismo”, explica Carlos Eduardo.


En un intento por generar autosuficiencia, los internos cultivan acelgas para consumo propio. También compran a bajo costo costales de cebolla en la Central de Abasto de León. El el anexo pelan estos vegetales y los revenden como forma de obtener algún ingreso que les permita sostenerse.

Una base militar fallida

La historia de este espacio no comenzó en la marginación, sino en la promesa de seguridad. Fue en 2009 cuando se inició la construcción de la base militar, que se ocupó formalmente en 2010.

Su edificación representó una inversión de 12 millones 500 mil pesos, costeados por el gobierno del estado. Un año después, comenzaron a aparecer las primeras grietas.

Las fallas estructurales se volvieron una amenaza permanente para los soldados que habitaban el lugar. En 2016, los daños se hicieron irreversibles: uno de los edificios fue desalojado. Para 2017, el Ejército abandonó el sitio por completo y durante seis años el predio permaneció en el olvido.

El espacio que se pensó para contener la violencia en esta región del Bajío, ahora encierra, de manera literal, a personas que tratan de huir de otra violencia.
Las fallas estructurales se volvieron una amenaza permanente para los soldados que habitaban el lugar. Foto: Dany Béjar.


La reutilización del espacio como anexo se dio en los últimos meses de 2023, sin que existiera evidencia de trámites legales o permisos ante las autoridades sanitarias o municipales. "Nacer de Nuevo" ocupó los edificios sin mostrar documentación ni haber hecho reparaciones sustanciales.

De acuerdo con el Programa Municipal de Desarrollo Urbano y Ordenamiento Ecológico y Territorial de León de 2015, el terreno tiene un uso de suelo industrial de alta densidad. Una década antes, ahí mismo operaba un relleno sanitario. Hoy, no hay más edificaciones en la zona. El anexo opera entre matorrales y estructuras derruidas.


Promesa incumplida

La base militar fue una de las 10 prometidas durante la administración de Juan Manuel Oliva Ramírez, quien gobernó al estado entre 2006 y 2012. En su momento, el entonces jefe del Ejecutivo guanajuatense anunció una inversión de 180 millones de pesos para instalaciones estratégicas en varios municipios. Cinco de estas se destinarían al Ejército.

En el caso de León, el terreno elegido fue donado por el Ayuntamiento durante la gestión de Ricardo Sheffield Padilla. En unas sesión de Cabildo celebrada el 25 de septiembre de 2008 se aprobó por unanimidad ceder el predio a la Secretaría de la Defensa Nacional. La obra se construyó sobre una superficie de 20 mil 65.87 metros cuadrados, cerca del puente del tajo de Santa Ana.

En teoría, el cuartel serviría para el adiestramiento de tropas, el resguardo de vehículos y la vigilancia del tránsito regional. Su diseño incluía dormitorios y espacios comunes para al menos 30 soldados. Pero la ejecución fue deficiente: desde el primer año se detectaron fallas, y el proyecto terminó en ruinas.

La inversión millonaria que alguna vez se destinó a edificar este cuartel no solo se perdió entre las grietas del concreto; también se diluyó en la falta de seguimiento y el abandono,

Lo que fue un proyecto de seguridad terminó convertido en un anexo clandestino que intenta dar tratamientos antidrogas al margen de la ley. La base fallida se convirtió, sin quererlo, en un espacio ocupado por la marginación.

FGAV

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