Los danzantes y cueteros terminaron con un zumbido en los oídos, además de que los vidrios de las ventanas, de por lo menos dos casas, terminaron rotos por el impacto.
Luego del sepelio de las personas que fallecieron en la explosión de La Saucera, don Cruz regresó a su casa y se puso a trabajar en su taller de pirotecnia, cuando ocurrió el estallido.
La explosión alcanzó un total de 15 módulos de trabajo, donde los artesanos elaboran los artificios pirotécnicos, debido a una reacción en cadena suscitada tras el primer evento.