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Mataba los días 17; lo capturan el día 14 (Segunda parte)

Mientras la Policía simulaba buscarlo, García Ábrego seguía viviendo a todo lujo y con mucha tranquilidad. Sabía que quienes lo buscaban, eran los que lo protegían.

Editorial Telediario Nacional /

ESPECIAL.- Las actividades ilícitas de Juan García Ábrego fueron tan productivas, que logró que el Cártel del Golfo se volviera una de las organizaciones criminales más poderosas de México.

Su campo de operaciones se extendió en varios países latinoamericanos para que le proporcionaran cocaína, misma que él traficaba hacia los Estados Unidos. 

Las ganancias eran fabulosas. Según los cálculos de las autoridades pasaban de los 300 millones de dólares al año.

Tuvo tanto poder y dinero que compró varios aviones para transportar la droga... Adquirió y formó negocios para lavar dinero. Entre más era su poder, más amigos importantes tenía.

Fue precisamente al inicio de la década de los noventa cuando la prensa comenzó a hablar sobre la relación de García Ábrego con políticos.

El hermano de un ex Presidente a menudo lo visitaba en su casa de Monterrey. Se volvieron amigos y socios. Se dijo que esa amistad era para lavar dinero.

Aunque nada se comprobó, eran comentarios del dominio público. Para 1992, la tranquilidad con la que "trabajaba" García Ábrego comenzó a tambalearse.

La DEA, que desde tiempo atrás investigaba al "Barón del Golfo", presionó a las autoridades mexicanas para que lo detuvieran.

La Policía de México aceptó colaborar con la DEA para la captura e investigación del capo del Golfo. Pero nada de eso sucedió, solo aparentaban que lo buscaban.

No podían detenerlo, porque García Ábrego les pagaba bastante dinero, no solo para que le permitieran pasar la droga, sino para que lo protegieran.

Fue tanto el desacato de las autoridades para cumplir la exigencia de las autoridades del vecino país, que cuando iban a catear alguno de sus negocios o dizque a apresarlo en sus residencias, le avisaban para que huyera y se previniera.

 

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Mientras la Policía simulaba buscarlo, García Ábrego seguía viviendo a todo lujo y con mucha tranquilidad. Sabía que quienes lo buscaban, eran los que lo protegían.

A tanto llegó su control con la Policía, que cuando alguien lo delataba, de inmediato le avisaban para que se hiciera justicia con su propia mano.

Con serenidad esperaba a que llegara el día 17 para darle muerte al soplón. Cuando accionaba su pistola, disfrutaba ver a sus víctimas caer ensangrentadas.

Era asesino por naturaleza. En su historial criminal, las primeras personas que mató fueron la ex pareja de una de sus amantes, al novio de su hermana y a un técnico que le hizo un mal trabajo.

Sin embargo, las acusaciones que pesaban sobre él no era por homicidio, sino por narcotráfico y lavado de dinero.

Pero aun y cuando ya lo buscaban en Estados Unidos, se sentía intocable. En 1993 lo comprobó una vez más. Un grupo de 50 agentes comandados por Guillermo González Calderoni se dispuso a detenerlo.

Sorpresivamente catearon una residencia ubicada en la colonia del Valle que perteneció a su tío Juan N: Guerra. Según el jefe policiaco, ahí se encontraba el peligroso capo.

Buscaron por todos lados... Nada encontraron, a nadie detuvieron, tampoco hallaron armas ni droga. Todo era una pantomima. González Calderoni lo había prevenido. Eran socios.

Pero todos los privilegios con los que García Ábrego gozaba desaparecieron en diciembre de 1994. Fue hasta entonces que se sintió desprotegido. El miedo lo invadió. Ya no confiaba mucho en sus amuletos y comenzó a esconderse.

Para no ser detectado habitaba diferentes casas... Cuando leía en los periódicos que el nuevo presidente, Ernesto Zedillo, había prometido su captura, más se atemorizaba.

Aunque tenía doble nacionalidad, comprendió que refugiarse en los Estados Unidos era un error. Allá su captura ya tenía precio.

En agosto de1995 se sintió más acorralado. Habló por teléfono con el procurador Antonio Lozano Gracia para negociar su detención.

Pidió que su familia no fuera inmiscuida, ni la culparan de ningún delito, y lo más importante: que le permitieran conservar parte de su fortuna. El procurador se negó a negociar.

La guerra en su contra estaba declarada. Para no ser detenido se olvidó de vivir entre el lujo. Para no despertar sospechas dejó de tener guaruras.

Quería pasar desapercibido. Se refugió en un rancho ubicado en el municipio de Juárez, Nuevo León, sin nada de lujos. No le fue difícil adaptarse, pues había nacido pobre.

El poderoso capo nació el 13 de septiembre de 1944 en la ciudad de Matamoros, Tamaulipas, pero sus padres también lo registraron en Estados Unidos, por lo que tenía doble nacionalidad.

Trabajó desde muy niño en el campo y apenas si terminó la primaría. Pero su vida cambió cuando se fue a vivir a la casa de su tío Juan N. Guerra, quien se dedicaba al contrabando de whisky, tequila  y otros negocios ilícitos.

Pero tal parecía que sus años de grandeza se habían terminado. En 1995, cuando ya tenía 51 años, el miedo se apoderó más de él. Días enteros permanecía escondido en el rancho. Solo sus amuletos lo acompañaban.

Y lo que tanto temía sucedió. El 14 de enero de 1996, un grupo de agentes, sorpresivamente, irrumpió en el rancho de Juan García Ábrego. Sin hacer ningún disparo fue detenido.

Como también era ciudadano estadunidense, al día siguiente fue extraditado a los Estados Unidos. Por sus decenas de cargos fue sentenciado a 11 cadenas perpetuas.Le ofrecieron ser testigo protegido a cambio de una condena más complaciente, pero antepuso el honor: no sería el soplón que delataría a sus cómplices.

Han trascurrido 24 años de su detención. "El Barón del Golfo" sigue recluido en una prisión de alta seguridad ubicada en Florence, Colorado.Sin duda el infierno existe sobre la Tierra, cuando de nada sirve tener todo el dinero, lujos, propiedades y aviones, pero ya no se pueden utilizar.Juan García Ábrego entendió eso cuando se sintió acorralado en una prisión sin rejas, cuando su poder se había terminado, cuando se acabó su manto de protección. Hoy es un reo más en una prisión de donde saldrá... con los pies por delante. 

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