Urnas vacías, poder lleno

Una elección disfrazada de democracia, con resultados a modo y participación mínima. Así se consolida el control total del poder.

La política del “aquí mis chicharrones truenan” le está funcionando al gobierno con una precisión escalofriante. Lo vimos el pasado domingo 1 de junio en la elección del Poder Judicial, donde no hubo sorpresas. Lo que hubo fue un proceso hecho a medida del régimen.

Lo que ocurrió fue un montaje diseñado para fracasar en apariencia, pero triunfar en el fondo. Porque cuando la gente no vota, gana el poder. Y eso lo saben bien quienes hoy mandan.

La participación nacional fue del 13% —en estados como Jalisco, apenas del 7%—. Una cifra que por sí sola revela todo: a la mayoría no le interesó, no le quedó claro o simplemente no confió. Más que un ejercicio democrático, fue una trampa burocrática.

En un proceso tan enredado, muchos votaron con acordeón en mano o sin entender a quién ni para qué. Los votos nulos fueron mayoría frente a los votos útiles.

Lo más grave no es la abstención. Lo grave es que el gobierno ya controla el Ejecutivo, domina el Legislativo y ahora tiene, con esta elección a modo, al Judicial de su lado. Hoy vivimos un presidencialismo absoluto disfrazado de democracia.

Ya no se trata solo de aprobar leyes a conveniencia. Ahora también podrán aplicarlas sin oposición. Las advertencias eran claras, pero pocos quisieron verlas. El resultado está ahí: una estructura institucional rendida.

Ni el regreso de López Obrador después de ocho meses, ni la presencia de su hijo, ni los discursos de la nueva dirigencia de Morena movieron. La narrativa del “pueblo sabio” ya no arrastra multitudes. Pero eso no importa si ya se tiene todo el poder por otras vías.

Lo nuevo se volvió viejo muy rápido. El cambio prometido se convirtió en continuidad autoritaria. Morena actúa como el PRI de los setenta: domina todo, reparte todo, decide todo.

Y sí, el Poder Judicial necesita una transformación profunda. Pero esta no es una reforma: es una ocupación. Ahora las leyes se escribirán, se aprobarán y se aplicarán según convenga.

Y aunque se diga lo contrario, el pueblo no eligió, fue marginado, confundido, silenciado por su propia indiferencia. Y lo peor: no sabe en lo que se metió.